lunes, 27 de diciembre de 2010

Pesadilla en Navidad


-Joder, Jorge, cómo sube esto, ¿no?- Pensé al darle un trago a mi primera copa.

      Di otro sorbo y continué con la fiesta. Pasaron unos minutos, no había llegado aún ni media noche, y tan sólo llevaba fuera de casa una hora, pero yo ya estaba pensando en volver y acostarme. Empecé a dudar de mi capacidad para echar unos tragos. Hombre, no suelo beber mucho, pero hasta el punto de que un único gintonic me tumbara, no me hacía mucha gracia.

      Dije a mis amigos lo mal que me había sentado aquel preparado y salí del pub. Paso a paso me di cuenta de que iba tambaleándome, cual borracho a las 7 de la mañana. Me agarraba con las dos manos en las paredes. Resoplaba. Me escondía de la gente para que no pudieran verme en ese estado. Estaba a punto de caerme al suelo. ¡Menuda pinta llevaba en Navidad!.
Alcancé la calle de la Iglesia de Fátima, que es oscura, por suerte, y agarré un árbol con todas mis fuerzas. Allí vomité por primera vez aquella noche.

       -Jorge, esto se complica, no vuelvo a beber ginebra en mi vida, ¡lo juro!- Seguía diciéndome a mí mismo

      Tras una vuelta a casa insoportable y sinuosa, llegué al portal. Allí de nuevo abrí mi boca y mi cuerpo devolvió. Jamás una única copa me había hecho tanto daño.
-¡Qué vergüenza! Voy bien mamado. Espero que mi padre, que estará durmiendo, no advierta este cuadro- Pensé

      Por fin, entré en casa. A oscuras, mi cabeza daba vueltas. Conseguí echarme sobre mi cama. Un helicóptero gobernaba aquel techo de colores. Tenía sensaciones alucinógenas. ¡Guauuuu!
Vomité parte de la cama y el suelo. Un rato después, volví a vomitar.

- ¡Dios, ni una shandy la próxima vez! -Me dije

      Fregona en mano y con los ojos cerrados conseguí recoger aquel pastel estrellado en las baldosas de la habitación. Sudores fríos me atacaban. Quería morirme. Desperté aún con la frente empapada.

      Sonó el teléfono. Era mi hermana, me hizo saber que todos los que habían devorado aquellas malditas ostras en la comida de Navidad  llevaban dos días enfermos por intoxicación. Después me preguntó:

-¿Tú comiste alguna, Jorge?



miércoles, 22 de diciembre de 2010

Viviendo un bolo con El Desván del duende



       Aquí llega mi regalo de navidad. El Desván y yo, yo y El Desván ¿Qué otra cosa pensabas que sería? Desde hace ya bastantes años dedico mi vida con ilusión a este proyecto musical. Me lleno de orgullo cuando echo la vista atrás y veo todo aquello por lo que ya hemos pasado, no cambiaría por nada ninguna de esas experiencias.

       Ahora tendremos unos días de descanso, lo justo y necesario como para estar con la familia, a la que extraño mucho cuando llega el verano, grabamos o nos encontramos de promoción.
        
      Con nosotros, la Navidad: alegría para unos y mezcla de añoranza y resignación para otros. ¡Vaya tela!
¡Que se levanten los muertos y se sienten en las engalanadas mesas con su gente de siempre!


P.d.:El vídeo corresponde al concierto del Desván del duende en Zafra en el mes de Septiembre de 2010





lunes, 13 de diciembre de 2010

Sueño que dormido se escribe, no se olvida

                

               No quería salir de casa, simplemente, no me apetecía; sin embargo, algo dentro de mí me empujaba a la oscuridad de la calle. No perdí tiempo en vestirme y salí con los pantalones verdes del Womad que compré en Cáceres hace al menos un lustro, crucé una avenida y llegué directamente a un descampado en el que ya se apreciaba el trajín de la gente en un día tan señalado como ese. Allí mismo, un amigo con el que no me hablo desde hace años y del que he escuchado que hasta estuvo perseguido y amenazado por matones, se encargaba de una barra sirviendo, mediante jarras, cerveza o calimocho a quien con un vaso se arrimaba.
               La gente iba de un lado para otro, mientras yo seguía con mis pintas hacia el centro del bullicio. Subí unas escaleras de piedras, similares a las del foro de los balbos, hasta llegar a una terraza desde la que se gobernaba el horizonte: en la playa cada persona portaba una tea brillante y a lo lejos, sobre el agua y rodeados de oscuridad, tres fuegos decoraban un pequeño escenario.
Bromeamos con la Caballé, si se cayó del teatro de Mérida, aquí se hundirá en el fondo del mar... Llegaron mis amigos Luis y David de la Osa, alegrándose de verme, últimamente no coincidimos mucho y no se esperaban que yo hoy saliera de casa.
              
              Pasa un rato sin pena, gloria  ni espectáculo. Cuando lo creemos oportuno nos vamos, bajando las escaleras de piedra. Yo quiero volver a casa pero aún no lo he dicho porque sé, seguro, que se enfadarán conmigo. De nuevo en el descampado de abajo la gente rellena sus vasos, pierdo a Luis mientras David saca una baraja muy desgastada, tiene que acudir, supongo, a algún campeonato y lleva unos naipes de pena, ¡ por dios ! Me acuerdo entonces y saco de mi bolsillo unas cartas, sin estrenar, relucientes, que le entrego sin esperar ni un gracias a cambio, con toda la ilusión de poder servirle de algo.
              Le digo, por fin. que me voy ya a dormir, y él, sintiendo en su mano el plastiquito que envuelve su baraja nueva, no se atreve a responderme como siempre aquello de quédate un rato más, Topo; así es que me deja marchar sin decir absolutamente nada, entre la muchedumbre, como si no fuéramos a volver a vernos nunca jamás.


miércoles, 8 de diciembre de 2010

Carrillada a lo Manolo

          Aquí ando esperando a que llegue el momento de sacar la comida de la olla. Plato nuevo, inexplorado antes en mi cocina, con olor a seco de jerez y sofrito mediterráneo.
          Hoy me la juego (porque soy muy arriesgado) con una carrillada de cerdo en salsa, receta de mi padre que meticulosamente me explicó hace un par de días. Es importante recordar que si resulta agradable y sorprende el guiso, se puede repetir la obra pero esta vez con una carrillada ibérica, de cochinillo o, lo que sería de concurso, con osobuco...

           Gracias Papá, las lentejas, a las que aludí ya antes en Blogrópila y que aprendí de ti, fueron el comienzo de un largo (espero) repertorio de sabias y exquisitas recetas que me hacen sentirme también más cerca de ti...



Carrillada de cerdo en salsa

Haz un sofrito con aceite, pimiento, ajo y cebolla en una olla.
Por otro lado salpimenta la carrilada y enharínala, pásala a una sartén y dale un golpe de fritura por ambos lados. Lleva la carne a la olla con el sofrito (este sofrito ya llevará un rato) y tras unos minutos añade medio vaso de vino de jerez (o blanco de mesa), una pastilla de caldo de carne y agua hasta cubrir. También se puede añadir apio y zanahoria.
Déjalo 90 minutos.
Aparta la carne y bate la salsa -o pásala por un pasapuré-. Esta salsa ya batida puedes presentarla aparte o sobre la misma carne.
Acompaña con papas fritas, boniato o, como yo, con arroz.

Comentaré el veredecito.
¡Que aproveche!