
Desde luego no se trataba de un santo, pero tampoco parecía una mala persona.
Yo cruzaba lentamente, entre la multitud, la plaza, buscando a mis hermanos tras nuestra actuación. Los Manolos descargaban sus acordes de rumba catalana sobre el ruedo cacereño y la noche ya estaba enrabietada del todo. Me sentía feliz, por jugar en casa y haberme entregado de corazón durante nuestro concierto, pero aquel personaje interrumpió mi camino:
- Eh, ¿qué pasa? ¿Te acuerdas de mí? -Me preguntó.
-Umm, no, lo siento. ¿Nos conocemos? - Respondí
- Joder, ¡Qué cabrón eres ! ¡No te acuerdas de mí! -Exclamó
- Umm, no, lo siento. ¿Quizás nos conocimos en algún concierto? ¿Dónde? -Pregunté
- ¡Qué cabrón! Si yo os sigo mucho, me hice fotos contigo en ... (aquí me habló de varios pueblos extremeños)
-Umm, no, lo siento, sigo sin recordarte, pero gracias por venir hoy. -Dije con entusiasmo
-Joder, Jorge, ¡eres un cabrón ! ¡Cómo no vas a haberte fijado antes en mi cara! ¡No me lo puedo creer.! -Insistió
-Umm, no, lo siento, supongo que después de más de 500 conciertos algunas caras se me olvidan, pero no me lo tengas en cuenta. Mañana domingo te busco en Facebook y te sigo la huella, amigo. - Le aseguré.
A continuación, me fui con prisas, por miedo a que mis hermanos desaparecieran antes de que yo diera con ellos y, mientras seguía cruzando la plaza, pensaba en las tres veces en las que aquel rumbero me había llamado Cabrón. No una ni dos, sino tres.
¡Qué jodío! Lo mejor de todo es que me cayó raramente simpático y hoy estuve buscándolo en el facebook, aunque no conseguí localizarlo...
En qué mundo vivimos...