He vivido una experiencia inesperada, aquí, en mi casa; algo así como un Camino de Santiago o un Camino de Emaús. Fue uno de esos días en los que te despiertas sin saber hacia dónde vas y terminas encontrándote contigo mismo más que en diez años juntos.
Solo tenemos la vida que vivimos. "El dolor de ahora es parte de la felicidad de entonces, ese es el trato".
¡Quién pudiera robarle las alas a un ángel!
Desde que te fuiste, Mamá, no hay un solo día en el que no pueda verte en la luz de las mañanas y en cada noche en las estrellas; no hay un solo instante en el que no oiga tu voz susurrándome despacio.
Prometo seguir vivo, de momento.