lunes, 13 de diciembre de 2010

Sueño que dormido se escribe, no se olvida

                

               No quería salir de casa, simplemente, no me apetecía; sin embargo, algo dentro de mí me empujaba a la oscuridad de la calle. No perdí tiempo en vestirme y salí con los pantalones verdes del Womad que compré en Cáceres hace al menos un lustro, crucé una avenida y llegué directamente a un descampado en el que ya se apreciaba el trajín de la gente en un día tan señalado como ese. Allí mismo, un amigo con el que no me hablo desde hace años y del que he escuchado que hasta estuvo perseguido y amenazado por matones, se encargaba de una barra sirviendo, mediante jarras, cerveza o calimocho a quien con un vaso se arrimaba.
               La gente iba de un lado para otro, mientras yo seguía con mis pintas hacia el centro del bullicio. Subí unas escaleras de piedras, similares a las del foro de los balbos, hasta llegar a una terraza desde la que se gobernaba el horizonte: en la playa cada persona portaba una tea brillante y a lo lejos, sobre el agua y rodeados de oscuridad, tres fuegos decoraban un pequeño escenario.
Bromeamos con la Caballé, si se cayó del teatro de Mérida, aquí se hundirá en el fondo del mar... Llegaron mis amigos Luis y David de la Osa, alegrándose de verme, últimamente no coincidimos mucho y no se esperaban que yo hoy saliera de casa.
              
              Pasa un rato sin pena, gloria  ni espectáculo. Cuando lo creemos oportuno nos vamos, bajando las escaleras de piedra. Yo quiero volver a casa pero aún no lo he dicho porque sé, seguro, que se enfadarán conmigo. De nuevo en el descampado de abajo la gente rellena sus vasos, pierdo a Luis mientras David saca una baraja muy desgastada, tiene que acudir, supongo, a algún campeonato y lleva unos naipes de pena, ¡ por dios ! Me acuerdo entonces y saco de mi bolsillo unas cartas, sin estrenar, relucientes, que le entrego sin esperar ni un gracias a cambio, con toda la ilusión de poder servirle de algo.
              Le digo, por fin. que me voy ya a dormir, y él, sintiendo en su mano el plastiquito que envuelve su baraja nueva, no se atreve a responderme como siempre aquello de quédate un rato más, Topo; así es que me deja marchar sin decir absolutamente nada, entre la muchedumbre, como si no fuéramos a volver a vernos nunca jamás.


3 comentarios:

  1. Joder con el ... (__nombre__)... espero q si en tus sueños no salgo,salga en tu realidad,jejeje...osa y Luis ocuparían todo el sueno no???jajaja...cibo

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  2. Qué ganitas de que lleguen las cañas de navidad...

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  3. y ya sabes, no te puedes ir pronto, aunque Osa no te diga na (que me extraña)... si te vas no vas a quedarte agusto!!!! ;)

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