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miércoles, 4 de agosto de 2010

Ni a mí puedes matarme

        Qué narices, no pienso plantarme sin más. Si acecha el momento y ella me busca, la escupiré a la cara, sonriendo si puedo, sabiendo que la batalla siempre la gana el Amor y que es, precisamente, eso lo que nos salva. Llámalo Dios o como quieras, pero a mí, dejadme en paz, ya no me engaña nadie. Es el Amor lo que nos hace ser felices y creer en algo, ¿o vendrá alguien a convencerme de lo contrario? Si la guadaña merodea a oscuras, y en ese mismo instante aún soy consciente, desgarrándome la garganta recitaré estas palabras de John Donne -con casi 100 lustros de antigüedad- y que para mí representan la fuerza del coraje en carne viva, la valentía de un minúsculo grano de polen en el aire,  la rebeldía de las células sanas ante las cancerosas...

               No te enorgullezcas, muerte, aunque te llamen poderosa y horrenda, porque no lo eres. Aquéllos a los que creíste abatir, triste muerte, no murieron, ni a mí puedes matarme. Si del reposo y el sueño, meras imágenes tuyas, tanto placer proviene, de ti, entonces, mucho más debe venir. Los mejores de nosotros se van enseguida contigo (...) Esclava del Hado, la Fortuna, los reyes, los desesperados, si con veneno, guerra, enfermedad, amapola, encantamiento se nos hace dormir tan bien, mejor que con tu golpe, ¿de qué te jactas? Tras un breve sueño, eternamente vamos a despertar, y ya no habrá más muerte. Tú, muerte, morirás.

John Donne. Poesía Sacra.
Traducción de Sergio Cueto
(Beatriz Viterbo Editora. Rosario1996)


martes, 20 de julio de 2010

Somos idiotas, ¿verdad?


         Es lo primero que le diría a Dios si coincidiera con Él en algún momento.
         -¿Verdad, Dios? ¿Verdad que somos unos ignorantes  que aburren a cualquiera? Joder, mira que dejé   de creer en Ti hace tiempo, pero ahora que veo que existes... No me voy de aquí sin preguntártelo.   No  quiero saber qué hay más allá de la vida, no deseo saber nada que los demás no sepan; no es mi intención averiguar en qué consiste el cielo o el infierno, o si el purgatorio es un cuento chino. ¡No! Sólo quiero que me respondas a eso… ¿a que somos idiotas?

         Pero ya me lo imagino. Sonriendo, Dios se daría media vuelta y seguiría con sus cosas...

                                                                                        Si es que no tiene solución, lo somos.