Se sentó delante del piano con 60 años, sin saber qué hacer exactamente. Parecía una actriz en su mejor momento. Dejó caer sus dedos sobre las teclas y se fascinó. Logró ser una ligera melodía y, en sus manos, cada tarde, sintió los acordes del tiempo. A veces, yo entraba en aquel cuarto y, sin dejar de tocar, me miraba, como si estuviera dándome una lección vital en apenas un segundo, yo acababa exhausto.
Abrió una senda hacia lo increíble, hacia lo puro, inventando formas en las nubes. Movía sus manos despacio, sus ojos no tenían fin y su voz desprendía la alegría de un niño, la sabiduria de toda una vida vivida para los demás.
Nunca nadie atravesó mi corazón así. Disparó aquella escopeta.
Sangré y ella, extenuada, desfalleció.
Madre, aquí estoy, abriendo cada día la puerta de aquella habitación . Aquí estoy, escuchándote y sintiendo tu delicada piel acariciando mi rostro, tu último abrazo congelando mi respiración.
Pd: En la foto, la que dispara es realmente mi madre
Pd: En la foto, la que dispara es realmente mi madre
Sólo la puntería de una madre es capaz de atravesar el corazón y quedarse en él de esa forma.
ResponderEliminarUna entrada bellísimamente triste.
Besos!
Amor hecho poesía. Increible, me ha puesto los pelos de punta.un abrazo
ResponderEliminarAmor hecho poesía. Los pelos como escarpias...Un abrazo
ResponderEliminarNada más certero que el disparo de una madre. Y nosotros siempre a pecho descubierto muriendo muchas veces por el amor de esa persona que nos dio la vida. Que esa música siga sonando por siempre en tus oídos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo amigo.
Triste, pero muy intensas palabras. Como siempre, impecable.
ResponderEliminarBesinos
Y nunca nadie atravesará tu corazón de esa manera.
ResponderEliminarIncreíble, como siempre.